sábado, 18 de octubre de 2014

La Muerte del Posnorteño

-Que pedo.
-Buenos días,
-¿Todavía tienes desayuno?
-Si, ¿qué le sirvo?
-Un machacado con huevo en burro con cabrito a un lado y una coca lait.
-Señor... no puedo hacer eso.
-Bueno, coca normal, ni pedos.
-No señor, enserio no puedo hacer nada de eso.
-Chinga, ¿como chingados no? - Damián cerró el puño derecho lentamente y se palpó los pantalones 3 veces, llaves, celular y cartera.
-Por favor lea esto, me duele tanto que no puedo pronunciarlo con mis bellos labios.- Le alcanza un periódico del día al molesto Damián, él lo toma y lo lee incrédulo.

-¿Qué? ¿Ni de pedo?- En el periódico no habia espacio para alguna duda, ahí estaba todo, una foto de Calderón molesto frente a un podio lleno de microfonos y mirones apachurrados, en el encabezado en Calibri de 25 puntos negrita se leía: "No más ajúa", Damián sigue leyendo la nota balbuceando grocerías. -¡Ni siquiera decimos ajúa!- gritó alzando los puños. El mesero recoge el periódico y seca una lagrima que le bajaba por la mejilla.

-¿Qué le ofreszo señor?
- Dame un burro de...
-Señor, las tortillas de harina fueron prohibidas esta mañana, puedo meterme en problemas si siquiera pusiera una en el comal.
-¿Y si las metes en el micro? - dice Damián agitado.
-¿Qué acaso quiere usted morir?
-¿Entonces todo está prohibido?
-Así es.
-El cabrito.
-Si.
-Las glorias.
-También.
-La barbacha.
-Solo si no es de borrego. - Damián se arrancó medio bigote del susto y empezó a temblar.
-Pe.. pe.. ¿qué pedo con la discada?
-Va a desaparecer.
-¿Y la carne asada? - El pobre mesero no pudo levantar la mirada.
-¡¿Por qué?! - Damián tiró furioso su sombrero y lo pisó un par de veces.
-Señor, le sugiero que tire eso a la basura si no quiere tener problemas, dijeron que iban a vigilar la prohibición con mucho detalle.
-Oye, esque no puede ser. ¿Me estás diciendo que ya no puedo comer nada de por aquí?
-Creo que la prohibición aplica desde Durango.
-¿Y qué voy a hacer entonces? ¿Qué es lo que vamos a comer?
-Caldo tlalpeño y torta de quesillo.
-Por favor mátame.
-No tengo licencia para eso señor, seguimos tramitando la de alcoholes.
-Momento, ¿dijiste Durango?
-Yo no fuí, fué Calderón.
-No manches, ¡las gorditas!,¡las sincronizadas!, ¡el queso!
-Creo que no está viendo la gravedad del asunto, señor.
-¿Qué me quieres decir? la pinche carne asada ya valió madres.
-Esto no es solo de comida, idiota. ¡El norte está prohibido! No mas pinche pasito, ni nada de andar poniendo la del sinaolense en las bodas, los menonitas también los van a retirar, nada de botas ni anglisismos, ¿está bien?, ¿quería tamales? nadamás que no sean de Villa Juárez, olvídese de otro libro de Carlos Velazquez, la TKR va a ser responsabilidal del poli, Ramón Ayala fué arraigado en la madrugada y solo espero que los tigres del... los tigres, hayan llegado a salvo al otro lado.
-Que hueva.
-Lo perdimos todo, algo no hicimos bien y este es nuestro destino.
-Pero no puede desaparecer el norte.
-No, pero van a hacer todo por ocultarlo. El sur ganó.
-¿Pero cómo? si hablan bien raro.
-No lo sé señor, por ahora solo podemos rezar.
-¿Pero debe haber alguien que esté peleando por esto?
-Seguramente pero que hueva.

Damían sentía como el sudor frió le bañaba lo que le quedaba de bigote, miró a las calles y se acercaba una patrulla de policías escoltados por una camioneta que solía vender tamales caseros calientitos a 35 la docena, solo que está vez el rezo de la bocina era diferente.

-Desistan norteños, por favor dejen todo símbolo de identidad cultural en la banqueta y no los golpearemos... muy fuerte.

En eso entró un escuadrón de los llamados cazadores al local.

-¡Ora sí cabrones, pa'bajo el norte!, ¡Tiren a la chingada esos sombreros, es la ley!
-¡Qué ley ni que chingados, ese vato ni es presidente! - gritó Damián.
-Ah mira, no sabía que aqui arriba también estudiaban leyes, ¡Agárrenme a ese cabrón!

Damián giró sobre sus botas y alcanzó a salir por una ventana mientras al pobre mesero lo molían a palos. Apenas llegó a la calle y veía como la patrulla sacaba de las casas sombreros, cerveza americana, acordeones y torillas.

Entre gritos la gente trataba de huir de las golpizas, los más fanáticos que se rehusaban a soltar la biblia vaquera serían los primeros mártires de la prohibición y las tortillas de harina que serían amasadas con su preciosísima sangre; pero a la chingada los héroes y la resistencia, hay que huir, de nada sirve escuchar la última canción de los cadetes si va a ser la última, no podrán contigo Damián, iremos al gabacho, donde aún es el Norte, el Norte está sobre todo, semper ascendens, arriba siempre, arriba del sur.

*N.A.: Esta obra no se escribió en contra del sur ni como una masturbación al norte.