miércoles, 15 de agosto de 2012

El Cuarto


Pocos conocieron mi viejo departamento, si es que le podía llamar como tal. Vivía sobre un depósito atendido por el Morro/Flaco, un hombre bastante centrado en lo que hacía y que nunca se verá de más de 24, vecino del Tino, el Avantasia y unos franceses borrachos en la casa de enfrente.

Era la primera vez que intentaba vivir solo y principalmente fue debido a que mis padres trabajaban en San Nicolás, no tenia carro y después del huracán Alex llegar en camión a San Pedro tomaba cerca de 3 horas.
Entonces ahí estaba, un cuarto grande con una cama destruida en una esquina, un refri pequeño en la otra, una estufa de 4 quemadores y un comedor familiar; el cuarto tenía bastante sentido si veías el peinador con espejo y una cajonera con un feo adorno floral de primera comunión.

El baño estaba afuera pero compartía pared con el cuarto y el boiler tenía maña; no fue difícil acostumbrarse, no era la primera vez que cocinaba y vivir en el camino a la escuela me hizo caminar más de lo que acostumbraba y convivir con más foráneos. Era como un club ya que nadie creía que eras de Monterrey y rentabas un cuarto en Monterrey, pero no fui el único.

Lo curioso empezó casi un mes después. Al llegar después de mi última clase, generalmente después de las 9 de la noche si el vecino no se ponía a cantar sus baladas de heavy metal el silencio en el cuarto solo se cortaba por el abanico, el hervor del arroz y el termostato del refri; cómo odié ese termostato, podía estar dormido a las me despertaba con un estruendo que bien podía tratarse de una magnum siendo disparada por 2 Clint Eastwoods al mismo tiempo y luego podías oír al compresor trabajando.

La ventana no podía abrirse por que el ingenio de la rentera le dijo que instalar aire acondicionado en la única ventana de un cuarto con una estufa y un refrigerador mejoraría todo nuestro concepto acerca de microviviendas; Así que todas las noches solo podía apelar al abanico y que el refri no se pasara de grosero.
Pero aún así había algo raro en el cuarto, más que las cucharas oxidadas era el espacio que ocupaba el silencio. Lo había combatido diciendo mis pensamientos en voz alta como en algunas caricaturas, o bien, también encendía la tele y no había más remedio que buscar algún noticiero en el que hablaran de los problemas de la gente del DF para crear ese sonido blanco que nos llena de paz. Un jueves apagué la tele cuando salí a bañarme, lo divertido fue regresar al cuarto y ver que la tele estaba prendida; curioso, he tenido la misma tele en la casa de mis papás por 25 años y esas cosas pasan, nada del otro mundo, apágala y sigue con tu vida.

Era normal de cada noche apagar el único foco del cuarto y acostarme en la cama, antes de dormir siempre veía al techo hasta que mis ojos se acostumbraban y podía ver en la oscuridad, pero siempre veía, si podría llamarse así, el espectro del foco después de estar prendido por horas y como aun podías ver algo de incandescencia en la oscuridad; luego el disparo, el sonido del compresor del refri y luego notabas que ya no podías ver nada cerca del foco.¿El foco se enfrió tan rápido? ¿Estaba dormido? y de la nada se escuchó un cajón, no abriéndose pero identifiqué su sonido metálico; lo peor que me imaginé ese momento eran ratas jugando con las cucharas para poder robar de mi consomé.

Un cuarto frio, amplio, solo, en el cual recordabas siempre algo curioso. Estaba hasta cierto punto orgulloso de él, no le puse nombre pero me habría gustado llamarlo algo como Rolando Mota, Elvis Turi o Alfonso; pero decidió que sería bueno jugar conmigo.

Después en una noche de Miércoles el refri empezó la función; el disparo sonó iniciando así las festividades, miré el foco y no pude distinguir si seguía caliente pero en eso alguien movió la puerta, ¿quién podría buscarte en la madrugada? Dormía pegado a la ventana y tenía unas cortinas algo claras y como era un segundo piso a unos metros de una luz mercurial pude ver una silueta por la ventana, una persona no muy alta estaba tratando de abrir la puerta de forja y hacía bastante ruido.

-Que pedo, estoy dormido.- Obviamente no lo estaba, de hecho esta oración es imposible pero qué más se te ocurre gritar cuando recién despiertas y tus ojos todavía no pueden definir bien formas y colores. El forcejeo seguía y este imbécil no hablaba.- ¿Quién es?- En eso la silueta se detuvo, pude distinguir como giró su cabeza hacia la ventana y luego siguió forzando la puerta con más fuerza. En este momento estaba más que nervioso y confundido, no tenía a la mano ningún reloj y de nada servía hablar por teléfono para despertar a alguien, esto era de aquí y ahora.

-¿Qué chingados quieres? ¡Déjame en paz!- La puerta no parecía que fuera a detenerlo por mucho tiempo entonces traté de hacer algo, cualquier cosa. Sobre la mesa, un cuchillo grande, el que usas para cocinar, piensa, piensa, no puedo, toma el cuchillo, “clack”, el seguro cede, en silencio, corre a la puerta, ¡ahora! la cabeza está adentro, solo tienes una oportunidad, no sueltes el cuchillo, el brazo vuela empuñando el cuchillo, abre los ojos, oscuridad, nada más.

El compresor no hacía ruido, no había nadie en la ventana, el cuchillo seguía en la mesa y el corazón estaba acelerado, lo mejor era volver a dormir.

Esa semana, quizás 2 días después sonó el disparo de nuevo y recibo una llamada, era César y en ese momento se encontraba en Lerdo.

–Oye ¿Cómo estás? Pues te hablaba para ver que pedo, con lo que pasó en tu casa.
-¿Mi casa? Pero qué pasó que yo no sé.
-Sí, que mataron a un vato.- En ese momento trate de recordar, no había visto ni oído nada de tal magnitud aquí cerca.
-No, aquí no han matado a nadie, no que yo sepa.
-No, en tu casa casa, la de Cumbres, que mataron a un wey ahí enfrente.- No tenía idea de lo que hablaba, le dije que me dejara marcarle a mi mamá.

-¿Bueno?
-Sí, mamá. Oye ¿Qué mataron a alguien ahí por la casa?
-Ah sí, así justo en la esquina, enfrente de la tienda como que lo iban persiguiendo en un carro y ahí quedó, de hecho como que se cayó en el claxon y pues se quedó sonando hasta que llegaron los forenses; pero no te preocupes, todos estamos bien.
-Ah, está bien. Nomás hablaba para corroborar, adiós.-Esto era en 2010 y pues como en muchas áreas de la ciudad esto todavía no era tan común.

Me había acostumbrado al cuarto; era como un ente que si empanizaba milanesas se ponía contento y si me distraía con mi tarea o alguien se enojaba despertándome todas las noches con el termostato, alguna vez recuerdo que mientras hacía tarea o comía de espaldas a la tele ésta se apagaba; claro, me había pasado que la apagaba y por alguna razón se prende de nuevo unos 2 segundos después, teles viejas, pero ¿apagarse después de prenderla unos 15 minutos atrás? Así era como sabía que el cuarto quería hablar conmigo; ya sea que limpiara los trastos, lo barriera o recogiera la grasa de la estufa; era una relación basada en respeto y favores, si lo trapeaba con cloro y aceite de pino el termostato no sonaba por las noches y a veces dejaba correr aire por la puerta trasera sin hacerla vibrar, si limpiaba la cocina la tele no se apagaba, o se prendía, dejándome hacer mis tareas y a la mañana siguiente el cuarto se sentía fresco y las plantas del pasillo de enfrente se llenaban de vida, podía notarlo quizás porque solo las regué una vez en casi 6 meses y parecían no necesitarlo. A veces era celoso ya que alguna vez que César me llamó después de los exámenes finales, eran casi las 10 de la mañana y me acababa de despertar; le dije que no había problema, que podía venir al cuarto, me esperara a que me bañara y luego compraríamos algo de cerveza.

Llegó y le abrí la puerta, casi siempre dejaba abierta la puerta en las mañanas para que corriera el aire y le dije a Cesar que esperara mientras me bañaba en el cuarto de atrás. Cuando salí encontré a César sentado en la cama con la puerta cerrada.

-¿Por qué cerraste la puerta? ¿Te dio frio?
-No, es que no sé, me sentía como… vulnerable.-En ese momento noté que el compresor había empezado a trabajar, ¿habrá ocultado el disparo?
-Aguanta, me voy a lavar los dientes.

Salí al baño y quizás ya estaba acostumbrado o quizás había visto muchas películas pero valía la pena intentarlo.

-Oye, no hay pedo, él no es malo. No va a pasar nada.- Claro que después me di cuenta que le estaba hablando al espejo del baño; pero cuando regresé al cuarto noté que una suave brisa comenzó a correr y esto después de bañarte es de lo más agradable.

En ese momento me gustó pensar que ahora el cuarto ya podría hacer más cosas por mí. Pasaron los meses y vivir solo te puede crear vicios y desaparecer costumbres, supuse que sería tiempo de cambiar a algo no tan aislado, y Emilio había perdido su rumi y me ofreció mudarme con él, sería el mismo precio, una casa de 2 pisos y cuando menos no tener que pasar más de 14 horas sin hablar sonaba bastante atractivo. Cerré contrato y empecé a mudar las cosas, 3 viajes en el Malibú gris y terminamos; la rentera me comentó que el Morro/Flaco le quería comprar cuartos para expandir el depósito y los otros cuartos se desperdiciarían en la papelería no rentable de su hija.

Acababa de sacar la última caja del cuarto y ya sentía nostalgia, era la primera vez que vivía solo y pensé que lo había hecho bien; sentí que el cuarto y yo nos habíamos llevado bien, así que cuando iba a cerrar la puerta por última vez dije en voz alta –Adiós cuarto.- Y un susurro me respondió.

 –Adiós.

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