Después de estar 2 dias sin abandonar el cuarto tenía calambres en partes del cuerpo que no sabía que tenía, habia perdido la mitad del pelo y no podía mover del todo mis meñiques. Necesitaba salir y había empezado a llover, pero ví en un anuncio un concierto llamado Días de Sol, y qué mejor forma que volver absurdo un dia nublado que asistir a un evento de tal calibre, sería apuntar hacia las nubes y gritarles:- ¡Espero que sepan lo que están haciendo, por que yo no estoy muy seguro!
La lluvia iba y venía, y en el camino
hacia el teatro encontré las delicias de manejar solo mientras
algunos sujetillos te odian por detenerte en una luz roja y de ir
cantando y aguantar la respiración en los interludios musicales. ¿En
la carne?, esa canción de los
floyds que llena de enojo y fuerza encajaba con la gente que me
rodeaba; ¿quién dejó entrar a ese maricón al teatro?, ¡contra la
pared!, ¿alguno que se vea medio judio?, ¿ése trae un porro?
¿quién dejó entrar todo ese riffraff'? Si fuera por mí ya les
habrían disparado a todos ustedes.
Llegando
al teatro rectifiqué que se trataba de un dueto con un invitado
especial, que no necesariamente lo convertía en un trio; Omar y
Angélica eran presentados como las eminencias del jazz que hemos
desperdiciado todos estos años. Antes de venir leí el anuncio y se
había disfrazado como un concierto de jazz en el que se
interpretaría a Jimmy Giuffre y a Cole Porter, escritores y
arreglistas de diversos musicales con melodías bastante alegres,
error.
Llacía
en el escenario un piano, 2 guitarras y una mesa de percuciones
enfrente de una bateria Tama de un color pastel con escarcha que no
pude tomar enserio en un principio; entraron los músicos y se veían
quizás no más viejos, pero sí menos greñudos que en las fotos.
Siempre ví a los músicos como unos rebeldes, ya sabes, no
necesariamente con chaquetas de cuero y bandanas pero sí con una
visión contraria a mucho de lo que creemos, es por eso que están
entre las personas con licencia para romper las reglas, aunque a
veces no esté de acuerdo.
El
primero y casi el único en hablar fué Omar, el guitarrista, leí un
poco en un panfleto en el lobby que era director de Non-Jazz, una
agrupación de jazzistas de Monterrey que jamás he tenido el gusto
de oir, tomó su lugar dando la bienvenida a un concierto que se
convertiría en un viaje íntimo, digo, puede sentirse intimidad en
un teatro con no más de diez personas, algo con lo que supongo
batallan demasiados artistas de la localidad, porque estas personas
con proyectos vanguardistas y colaboradores de otros grandes tienen
que competir por ser escuchados donde la gente se está al pendiente
de las predicciones de astrólogos de televisión y alguna otra
tontería que multimedios radio y televisión se le ocurra poner en
nuestro camino.
El
mensaje al inicio fué algo como un saludo-prólogo-advertencia, el
concierto trataría de las obras de El Gran Maestro, su padre, (no
recuerdo el nombre así que supongo lo llamare Sr. Tamez). Habló de
como su padre habia muerto cuando el tenía casi 4 años, hace mucho
tiempo ya; un compositor llamado de vanguardia en
Monterrey que hasta hace poco estaban descubriendo la música que
dejó; Omar y su hermano, el percusionista de la alineacion de la
noche y ambos músicos experimentales y de jazz de profesión,
deseaban compartir lo poco que les había dejado el Sr. Tamez.
La
primera obra constaba de un viaje que sería un juego, con nosotros y
con el sonido, creciendo y dirigiéndose hacia la izquerda para
después tener una caida en picada con una kalimba. La canción
empezó con las disonancias del piano características de la música
contemporánea, y he de confesarles que no he aceptado este
movimiento del todo; podría pasar un buen rato diciendo el por qué
no he entendido la supuesta belleza en esta forma de música ya que
el ejemplo más grande que tengo es el Cuarteto para el Fin de los
Tiempos de Oliver Messiaen y puedo decirles que suena como se llama,
pero esta vez fue distinto.
Desde
los primeros acordes del piano supe que debia despedirme de Porter,
pero a diferencia de los otros dos conciertos de música
contemporánea a los que habia asistido (una cantidad bastante mísera
quizás) esta vez no sentía que debía quedarme, si no que quería
escucharlo todo en verdad, ¿sería el Sr. Tamez el sonido
contemporáneo que había estado buscando? A diferencia de otras
piezas de vanguardia esta vez los instrumentos te dejaban ver como
evolucionaban sus sonidos, no eran siempre el resultado sino la
demostración del cambio, del blues vinieron varios pasajes y las
percusiones llegaban atinada y sutilmente a responder las cuerdas
rasgadas del piano; crecía y crecía mientras vi a un gordo de pelo
chino marearse y caer sobre su hombro, los flashes de las dos cámaras
se detuvieron para no estorbar a la música.
La
guitarra se detuvo, lo supe cuando ví a Omar abrazarla, cerrar los
ojos y esperar a los demás, ¿o esto pasó en el segundo número? No
estoy muy seguro, varios efectos se habian mesclado en el teatro y
Emilio Tamez, su hermano, seguía arrastrando los platillos mientras
Angélica en el piano aterrizaba varias cosas que quizás habían
quedado pendientes, silencio.
Me
había pasado en otros conciertos de este estilo en los que la gente
no sabía cuándo aplaudir; es algo triste cuando no se comprende la
obra, no quieres hacer el ridículo ni herir los sentimientos del
músico, como un “¿ya? ¿ya se acabo? ¿ya podemos irnos?” pero
esta vez la verdad no había apludido por que en verdad esperaba que
no terminara, que se extendiera cuando menos otros 5 minutos para
bajarme de la nube, pero no sería necesario.
Cuando
pasaron casi 40 segundos de silencio Omar miró a Angélica, luego
miro a Emilio y dijo -“Esto fué XXXX (Olvidé el nombre de la
pieza, que era algo relacionado a la palabra juego
pero no era nada como Lúdico)”.-
Para preparar el terreno continuaron con una pieza de Wadada Leo, al
parecer Angélica había participado en un proyecto suyo hace casi
dos años, así que después del juego una obra de un héroe del jazz
de forma libre contemporáneo no cayó nada mal; el hombre siempre
tocó su trompeta pero el arreglo de guitarra que le prepararon le
dió un nuevo rostro.
Lo
importante ahora era la tercera parte. El Sr. Tamez había compuesto
una de sus últimas piezas a su esposa, consta de música y una
poesía para declamar, y para esto se añadió otro integrante al
dúo: La Esposa, la madre de Omar y Emilio, para así tocar el regalo
del día de las madres más raro que habia visto.
El
poema era complicado de entender, no solo por el contexto, bueno si,
la verdad no te podias distraer en nada (error que cometí):
“Ella
es El...
...Las
parejas copulantes...
...vectores que dispara...
...El es Ella.”
...vectores que dispara...
...El es Ella.”
No le
presté mucha atención a los versos cuando me dí cuenta de lo que
estaba pasando; la familia, estaba ahí. Todo encajó perfectamente y
los pensamientos con los que llevaba semanas dando vueltas sin dormir
se enclarecieron un poco en ese escenario; el Sr. Tamez lo había
logrado, había vencido a la muerte, se habia unido al club de los
que perduran junto con Escher, Coltrane y Bernoulli (todos los Bernoulli, son algo así como los Baldwin). No
importaba quién fuera, el Sr. Tamez ahora forma parte de las vidas
de los no más de diez que nos encontrábamos en el teatro aquella
noche; fuimos testigos de su trabajo, su creación y deseos en la
forma en la que su familia lo trajera al presente aún después de
poco más de 20 años de muerto; se veía en sus caras que habían
construido algo que probablemente su autor nunca se habría
imaginado, y sin embargo seguía evolucionando para perdurar, aunque
no sea para siempre, un poco más.
La
música se apagó y todos permanecimos en silencio, las sonrisas de
los músicos me hicieron entender que lo habían logrado, el Sr.
Tamez vivió un dia más; abandonaron el escenario y se lo llevaron
con ellos, dijeron que tenían un disco por ahi pero no tenia dinero
como para llevarme más de esa noche conmigo.
Salí
y la lluvia estaba en sus últimos momentos, el parque estaba oscuro
y sonaba la música de un conmovedor piano desde los árboles, el dj
del parque se había superado otra vez. No habia más luz que la de
algunos faroles, pero no era necesaria, la gente que aún quedaba
jugaba en el pasto mojado, caminaban tomados de las manos, reían
bajo los árboles y los niños corrían sin cuidado entre los
charcos; fué el descanso de un día que terminaba con y para bien,
sólo hacía falta llegar a casa, pero conforme salia del parque
desaparecía la música, los juegos y las risas; me giré para no ver
a nadie, era hora de regresar al mundo de siempre.
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